Oliver Sichel tiene hoy 47 años y dirige LaGuide, una de las ramas del imperio de comunicación Lagardere en Francia. Hace once años era el responsable de Wanadoo en España y denunció a la Telefónica de César Alierta ante el Comisario de la Competencia de la Unión Europea, el italiano Mario Monti, por una supuesta posición dominantes en el mercado de la banda ancha. El 4 de julio de 2007, la Comisaria de la Competencia, la holandesa Neelie Kroes aceptaba los argumentos de la multinacional gala, ya convertida en Orange, y multaba a la compañía españoles con 151, 875 millones de euros. Pasados otros siete años, el Tribunal de Justicia de la UE, con sede en Luxemburgo y presidido por el griego Vassilos Skouris, ha ratificado la multa haciendo oídos sordos a los argumentos y recursos de nuestra compañía más internacional. La pesadilla francesa que comenzó durante el último gobierno de José María Aznar se convertía en realidad bajo el gobierno de Mariano Rajoy, con el intermedio más duro y doloroso de la etapa de José Luis Rodriguez Zapatero. Economía y política unidas otra vez en la feroz lucha de las grandes multinacionales, país por país y tribunal por tribunal.
En las guerras todos los recursos son válidos y las ocasiones de debilidad del adversario se aprovechan, o por lo menos se intentan: Orange, que mantiene sus deseos de fusionar o absorber Jazztel para competir con Movistar y la Vodafone crecida con Ono, vivió su particular etapa de pánico cuando en junio de 2013 la policía francesa detenía a su presidente y ex colaborador de Christine Lagarde, Stephane Richard, dentro del escándalo que suscito la millonaria indemnización de 403 millones de euros al empresario Bernard Tapie por la compra-venta de Adidas. Pasado el susto, Richard era reelegido presidente de Orange y se encontraba con la " buena noticia" para sus intereses de la confirmación judicial de la multa a Telefónica, cuando en la Comisaría de la Competencia se sienta en el sillón de mando Joaquin Almunia.
El correoso y duro presidente de la multinacional española tiene abiertos varios frentes de combate, al mismo tiempo que establece alianzas y plantea un futuro distinto para la empresa. Mientras que en España hace frente a una nueva distribución del mercado y cierra la compra de Canal+ para ofrecer nuevos servicios a unos clientes más exigentes y con mayor oferta disponlble; en Italia y Alemania amplía el escenario de las batallas con Vodafone y Orange incorporando a protagonistas como Deustche Telecom, Telecom Italia, e incluso empresas de otros ámbitos como Sonia Telera que le llevan a volver a encontrarse con su principal rival en América Latina, el magnate mexicano Carlos Slim, considerado uno de los tres hombres más ricos del mundo.
Parece que de poco vale la intermediación como hombre bueno del presidente de Caixabank, Isidre Fainé, socio de ambos contendientes en sus respectivas empresas y con la entidad financiera participando en los Consejos de los dos gigantes de la Comunicación. Las batallas se suceden y se cumple la máxima de que " los enemigos de mis enemigos, son mis amigos". En México, Alierta tiene de aliados a los dueños de Televisa y se ha encontrado con que las nuevas reglas de la competencia introducidas por el presidente Peña Nieto obligaban a Slim a desprenderse de un tercio de su imperio, otras cuestión es de qué forma y en qué compañías cumple con la ley. En Venezuela parece contar con el apoyo del Grupo de Oswaldo y Gustavo Cisneros, el multimillonario que compró durante uno de los gobiernos de Felipe González los grandes almacenes Galerías Preciados tras la nacionalización de Rumasa.
Estar entre las cinco mayores compañías del mundo en el sector de la Telefonía tiene esos problemas. Alierta ha conseguido ser cabeza de leon y no simple cola apetecible para que algún gigante americano o asiático se " comiera" a la empresa española. En estos días tal vez no recuerde el nombre de Oliver Sichel, convertido en gurú de los directorios y buscadores en Internet, pero sabe que en el futuro no escrito le esperan auténticos tiburones depredadores dispuestos a utilizar todas las armas y recursos de que dispongan en el combate por la supremacía. Y que los nombres, todos los nombres, son los que tiene en su propia agenda.